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¿Y tú, sabes quién eres?
Todo ser humano, de una manera u otra, se busca a sí mismo.
Yo cada día veo con más claridad que lo que somos no se puede pensar, sólo se puede sentir. Crear una imagen mental de aquello que crees que eres sólo contribuye a separarte de lo que eres en realidad.
Lo que somos es algo que debemos descubrir momento a momento, porque, además, vivimos en un proceso de transformación constante.
Además de esto, siento que el recordar de aquello que eres en realidad, debe ser progresivo, ya que nuestra mente humana es incapaz de asumir la grandeza de nuestra verdad. Creo que, si de repente, pudiéramos recordar con absoluta claridad nuestra verdadera naturaleza, incluso nuestro cuerpo físico se desmaterializaría.
¿Te parece muy loca esta reflexión?
Te cuento porque tengo esta sensación.
Hace años, unos siete, empecé a tener regresiones casi todos los días. No era nada nuevo, ya había tenido este tipo de trances de forma súbita con anterioridad, pero no con el mismo nivel de virulencia.
Al principio no sabía qué era lo que me pasaba. Por mi cabeza pasaron todas las explicaciones posibles: locura, posesión, una imaginación demasiado desarrollada… todo lo que se te ocurra pasó por mi mente.
Durante algunos años me dediqué a buscar a alguien que pudiera decirme qué era lo que me estaba sucediendo. Consulté mediums, videntes, realicé múltiples terapias, formaciones… busqué sin descanso.
Un día, casi tres años después de convivir con estas experiencias de un modo prácticamente cotidiano. Recibí un mensaje claro: estaba recordando. Y estaba recordando por un motivo muy concreto. Y mientras yo no me atreviera a asumir que todo aquello que estaba viviendo era real, estas experiencias tan intensas no pararían.
Una parte de mí siempre supo que lo que estaba teniendo eran regresiones a vidas pasadas. Pero mi mente racional, educada en un sistema de creencias que no contemplaba esa realidad, se negaba tajantemente a aceptarlo.
Después de este día. Los trances se volvieron más suaves y placenteros, yo misma podía controlarlos, y me entregaba sin resistencias a ver aquello que venían a mostrarme.
Hace unos meses, poco antes de la cuarentena, volví a tener varios trances intensos, de los que me daban miedo. Hacía años que no los experimentaba de este modo. Incluso había llegado a creer que nunca volverían a ser así. Pero sí, volvieron y de nuevo me vi sacudida por un gigantesco desafío a mis creencias.
En estos últimos “viajes”, como los llamo yo, he comprendido algo muy importante para mí. Los trances son violentos cuando yo me niego a ver lo que se me muestra en ellos. Cuando mis creencias humanas chocan con la información o las visiones que estoy teniendo.
Hasta este momento, todas las regresiones que había tenido habían sido a vidas humanas anteriores. Lo que contemplé en mis últimos “viajes” pertenecía a algo que no era de este mundo. Me llegó información sobre mí misma de antes de vivir como humana en la tierra. Y mi ego se resistió enormemente a aceptar todo aquello que estaba viendo. Por momentos creí que moriría si asumía esa información, porque era algo demasiado grande para mi pequeñez humana.
Recordar quiénes somos.
Desde ese día tengo la certeza de que no recordamos quiénes somos porque nos da pavor. Porque si lo hiciéramos, todos los cimientos de nuestra realidad conocida estallarían en mil pedazos. Y por eso jugamos a que estamos dormidos, como niños perdidos que retrasan la hora de volver a casa, por miedo a la regañina de su madre. Ignorando que lo único que encontrarán al volver será alegría y amor en su recibimiento.
No necesitamos a nada ni a nadie para recordar, más que nuestra propia voluntad.
Y creemos que queremos saber quiénes somos y nos engañamos fingiendo que así es, pero divagamos por el camino escondiéndonos detrás de millones de excusas, porque nos da miedo nuestra propia grandeza. Nos da miedo la intensidad de nuestra verdad.
Y no pasa nada, no es ni malo ni bueno. Nada puede evitar que seamos lo que somos.
Para mí, después de todas estas aventuras y tomas de conciencia, lo único importante es amar el camino, sea como sea. Eligiendo cada día recorrer una parte de ese sendero que me lleva cada día un poquito más hasta mí misma, disfrutando.
Ya no tengo prisa, porque sé que sólo puedo llegar, y me importa más el cómo que el cuándo. Me importa más el hoy que cualquier otra cosa.
¿Y tú? ¿Sabes quién eres?
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